Las imágenes que representan a una persona con
un agujero en el pecho me personificaban a la perfección, pues después de todas
esas batallas pérdidas contra el amor, ahí no quedó absolutamente nada. Y más
al fondo, ahí donde residía lo mejor de mí, no quedó nada salvo ruinas, a las
cuales me acostumbré y acabaron resultando más que cómodas. No tenía ninguna
intención de reconstruirme, mi propósito era que todo aquello quedará como zona
inhabitable en una eterna tormenta para ver si la lluvia se llevaba los restos
de que ahí, alguna vez, hubo guerras por amor.
Pero las nubes de mi interior se abrieron y aparecieron rayos de luz que
iluminaron todo de mí. Apareciste tú, inundando todo de calma y ofreciéndome la
oportunidad de volver a reconstruir aquella desolación. ¿Y ahora qué? Maldita
sea, me estoy enamorando, y es aterrador. Anulas todas mis barreras, si es que
alguna vez estuvieron ante ti, haces que quiera sacar lo mejor de mí para
hacerte feliz, porque joder, no hay nada que me reconstruya más que hacerte
sonreír. Y ya es tarde para huir, demasiado. No soy capaz de imaginar un futuro
sin ti, chica perdida.
He tardado 22 años en encontrarte y ni en broma
pienso perderte, tú decides cómo quieres que lo hagamos, pero la opción de que
cada una siga por su camino es inviable. No te pido un para siempre, pero hagamos que por lo menos merezca la pena. Así que, esto es oficial, en tus manos
dejo la cajita que conserva el polvo que es mi corazón, en ti esta la opción de
que resurja y vuelva a latir con fuerza o de que termine por desaparecer.